En cualquier otro momento habría escrito un millón de cosas maravillosas. Hoy escribo solamente las más maravillosas, a su lado. Hoy que se han ido, que se borran de a poco como pudiese borrarse cualquier cosa escrita sobre la arena.
Lloro.
Y sonrío también.
La noche, como las últimas noches se ha convertido en insomnio. Parecen lejanas las noches sumergidas entre su pecho, guardada del frío que existe en cualquier lugar que no sea aquí, ahí... entre su pecho.
Lloro.
Sin duda sonrío también.
Cuestiono la voz que sale de entre mis labios. Parece ajena. Y su voz, perfecta, se posa sobre mis recuerdos, paseándose por las preguntas que duelen y titubeando por las respuestas que nunca se lograron dar. Hay voces para cada recuerdo, cada beso, cada caminata, cada cena, cada momento de placer.
Lloro.
Y sonrío también.
Sin duda es una sonrisa muy grande, a la que le llueven las lágrimas que sienten la obligación de ir de su mano.
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