Ay.
Hay veces en que es la única palabra que expresa lo que quisiese.
¡Ay!
Porque ay, cuántos lugares hay a dónde ir.
Pero poca convicción para llegar a ellos.
Porque ¡Ay! ¡Hay dolor!
Porque no hay nada más delicioso que sentir, que arder.
Que quererse arrancar la propia piel, comérsela y regurgitar.
Por que ninguna piel es tan deliciosa como parece.
Ninguna cantidad de deseo quita el sabor metálico de la sangre.
El sabor caliente, seco de la carne.
Ay.
Cómo lastima sabernos mortales.
Sabernos siempre en un limbo que no pretende dejarnos bajar.
¿Y si descendemos?
Y sí, descendemos.
¡Ay!
Ahí, dónde no hay necesidad de más.
Donde nadar contracorriente es insignificante, pues no hay corriente.
Hay supuestos.
Y tú, intoxicado de tanta carne, no pretendes seguir supuestos.
Tú te filtras entre el agua y el aire.
Indiferente ante ambos.
Pues no tienes vendas de palabras.
¡Ay!
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