La tristeza en la que inundas tus días,
como silencio sagrado del cual se supone alguien debe venir a salvarte, no te
salvará.
Los ojos cafés que te observan desde el otro lado de la explanada no llegarán a auxiliarte. No llegarán con las respuestas a las infinitas preguntas que te carcomen el alma. Que la han carcomido desde hace años. Las mismas que has dejado abiertas, esperando a que alguien más las cierre por ti. No te salvarán. Nadie llegará a tu auxilio. Tú eres dueña de tus dudas, sólo tú puedes darles las respuestas que aquietan el fuego que cada vez arde con más fuerza.
Tu tristeza se asemeja cada vez más a un pozo, del cual nadie más que tú puede alcanzar a sacar agua fresca. Tú, eres dueña de tu tristeza. Tú sabes cuándo hace falta derrumbarte y sucumbir ante sus garras. Tú sabes cuando hace falta enterrarla, echarle tierra por encima para aquietar las brasas que de noche a noche resurgen como llamaradas. Tu tristeza no te salvará. Tú eres quien lo hará, cuando vivas en paz con ella, cuando sólo te queme cuando te haga falta su calor. Cuando no pidas auxilio, cuando el auxilio llegue por su propio pie en poema, en vidas, o en voz. Cuando estés plenamente segura que no te salvará.
Los ojos cafés que te observan desde el otro lado de la explanada no llegarán a auxiliarte. No llegarán con las respuestas a las infinitas preguntas que te carcomen el alma. Que la han carcomido desde hace años. Las mismas que has dejado abiertas, esperando a que alguien más las cierre por ti. No te salvarán. Nadie llegará a tu auxilio. Tú eres dueña de tus dudas, sólo tú puedes darles las respuestas que aquietan el fuego que cada vez arde con más fuerza.
Tu tristeza se asemeja cada vez más a un pozo, del cual nadie más que tú puede alcanzar a sacar agua fresca. Tú, eres dueña de tu tristeza. Tú sabes cuándo hace falta derrumbarte y sucumbir ante sus garras. Tú sabes cuando hace falta enterrarla, echarle tierra por encima para aquietar las brasas que de noche a noche resurgen como llamaradas. Tu tristeza no te salvará. Tú eres quien lo hará, cuando vivas en paz con ella, cuando sólo te queme cuando te haga falta su calor. Cuando no pidas auxilio, cuando el auxilio llegue por su propio pie en poema, en vidas, o en voz. Cuando estés plenamente segura que no te salvará.
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