Cuentan que mi voz y tu voz viajaban de la mano.
Que se encontraban entre los bosques de selva,
Entre bosques de niebla.
Entre esta ciudad descuidada y perfecta.
Entre esta ciudad que me hizo lo que he caído en cuenta que soy.
Lo que me he cuestionado ser.
Lo que nunca he creído ser.
O lo que no puedo no ser.
Cuentan que mi sombra era perseguida por tus pasos.
Que mis pasos no avanzaban sin sentirse guiados por los tuyos.
Tú, que me has enseñado a gritar.
Que me has enseñado lo valioso que es saber cuándo.
Tú, que irradias con tu presencia los altares que te fui construyendo
Que haces monumentos de las piedras que dejo a lo largo del camino en tu nombre.
Tu nombre que me persigue suave entre sueños
Como yo, lo persigo en busca de respuestas que no han logrado ser contestadas.
Que quizá, no quiero llegar a contestar.
Son incógnitas que me deleitan cuestionar.
Que mantienen un poco de aliento en este cuerpo.
Y un toque de cordura en estos pensamientos.
Cuentan que sonrío con fuerza al ver caer tus pasos sobre las aceras.
Que tus pasos me siguen inquietando tanto como cuando iban en unísono con los míos.
Y que recorro tu historia cuando tengo dudas de mi recorrido por la vida.
Que tu historia da buenos augurios a la mía.
Instalaste las voces en mis entrañas.
Las reuniste una a una y les diste en mí un hogar.
Hace años que fueron expulsadas.
Que las logré calmar.
Que les di un cuento diferente en el cual habitar.
Uno que no se alimenta de hoyos negros.
Haciendo de la vida una pesadillas menos con la cual lidear.
He aprendido de ti, la fortaleza que siempre me faltó.
He aprendido de ti, que dejar ir no es lo mismo que olvidar.
Desaprender/Des-aprehender, no es lo mismo que olvidar.
Cuentan que sonrío, orgullosa.
Que lloro a veces, con el mismo orgullo.
Y me observo desde cada ángulo.
Me analizo con el ojo experto que me ha concedido el tiempo.
Nuestro tiempo que murió, dejando claro que el mundo va con demasiada prisa
Y que observarnos es el acto individualista menos egoísta.
Observarnos desde todo lo que nos ha conformado.
Desde el habla hasta el alma.
Desde los temores hasta las estrellas que colocamos sobre nuestros cielos.
Observarnos y saber cuando es momento de callar.
Y saber que nunca llega el momento correcto para claudicar.
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