miércoles, 10 de enero de 2018
La cocina
La facilidad con la cual se inventa una historia completa en la cocina, es un don del cual las mujeres han gozado por siglos.
Mi cocina, la prefiero con luz amarilla.
Con los trastes bien acomodados
Y con un poco de música suave que acompañe a mi danza melancólica de la alquimia
Mi cocina, a veces ha sido nuestra
A veces nisiquiera ha sido mía
Y en otras ocaciones me ha hecho tanta falta tener en donde refugiar mis ganas, saber que por la tarde y por la mañana habría un momento para hacerle a mi cuerpo homenajes
De pimientos anaranjados y trozitos de carne
Del rango de dulzura entre las cebollas a fuego lento y una naranjada
Mi cuerpo es una joya
El cuerpo es, lo que se le ofrenda desde la cocina
Unos pechos deliciosos como toronjas
O piel de naranja
Entre un mundo que va demasiado de prisa
Mi cocina es un recinto sagrado
Que danza a fuego lento, que bailotea en espera de la transformación de los elementos
Mis manos y mi paladar están interconectados
Y mi cocina, mi cocina ha cambiado tantas veces, que su forma es lo de menor importancia
Siempre mantiene su temple sereno
Su calor fogozo
Siempre hay especies regadas expirando olores
Cabezas de ajo que desearía llevar como aretes o cadenas
A mi cocina la prefiero con una luz amarilla
Del sol o de las velas que alumbran las noches que he pasado en vela
De las madrugadas en las cuales crear es el único remedio en contra del insomnio
Mi cocina la prefiero mía
Sin que alguien decida si pertenezco en ella o si seguirle dedicando tiempo me convierte en una mujer que no cree en el futuro de las mujeres fuera de casa
Mi cocina la prefiero por lo que me entrega
Que es alma y a veces también alimento
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