Es curioso pensar en esta frase por que escribir es parte de mi identidad. Es lo que me ha salvado de hundirme entre las tinieblas de mi ser. Escribir es lo que me ha convertido en mujer.
Recuerdo la primera vez que escribí mis pensamientos en una libreta. Eran intentos de rap y estaban llenos de mucho odio. Tenía muchos monstruos en esos momentos, escribir les daba un rostro. Mi libreta se perdió en cuanto mi madre se la encontró en uno de sus cateos de mi cuarto. Nuestro, porque siempre compartí con mi hermanita.
La siguiente libreta que tuve, fue improvisada. Y luego, mi pareja me regaló una de las mejores libretas que he tenido. Era café, de hojas gruesas, hecha a mano creo. Olía a tierra u hojas secas, olía a la paz que me daba escribir entre sus páginas.
Escribía a lápiz. Aún no aceptaba que la poesía erá más bella con errores, con rallones.
Escribía.
Le escribía sueños y caricias. Le escribía a él y apesar de obsequiarme aquella libreta, nunca me leía. Y dejé de compartirle, le compartía a otros mis sueños y la distancia se empezaba a filtrar entre nuestros futuros.
Tuve muchas libretas más. Escribía y escribía. Una libreta importante fue el blog en el que subía pedazos de mí que a él no le compartía.
Pasaron años y ahora han pasado muchos más. Mis textos siguen fluyendo y me hacen reflexionar. Pienso en los genocidios, pienso en el mundo en el que la mujer no escribía más que cartas de amor que se entregaban por debajo de la mesa. Pienso en los feminicidios y pienso en un mundo en el que la mujer escribe por que escribir la hace libre. Por que ya no nos es negado hacerlo. Como a mi abuela, que amaba recitar poesía en la primaria. Que lloró al no poder continuar recitando por que la escuela estaba lejos y a las niñas se las robaban en el camino.
Pienso en mí, que escribo con mi puño y letra porque mi puño ya no se alza tan alto por las calles. Pienso en que yo sí fuí a la escuela y ahí fue donde realmente amaba escribir. Que nadie me lo impide pero mira, me cuesta venir hasta aquí a contarles lo que escribí. Que traigo un gas un taser y aún así me cuesta decidir venir. Pienso en cuántos años disfrutamos de ser mujeres libres. Libres de verdad. Con puños en alto no con los dedos entre las llaves porque así podría alcanzar a huir, quizá.
Pienso en mi abuela, que se casó con el hombre de su vida. A quien seguro le habría encantado escucharla recitarle su poesía. Pienso en mi hija. A quien traigo colgando del pecho, por quien me niego a dejar de salir a leer mis textos. Pero los feminicidios, son ecos constantes de la historia que nos vuelve a alcanzar. Que nos encierra en nuestras casas por que a ellos no les han enseñado lo que es un No. Como NO matarnos, como NO violar.
Escribid mujeres, que esto que intenta callarnos se pudra bajo nuestras plumas y resurga amarilla, por nuestras divinas manos.
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