Tuve la sensación de llegar a un lugar que todo mundo conoce.
Que este vacío en mis adentros no reflejaba más que un millón de sensaciones no proclamadas.
Sensaciones que nadie se atreve a expresar.
La incomodidad de mirar a un hombre sin un ojo,
El hastío de enlistarse a otro día de trabajo.
O el terrible vértigo de escuchar aquel nombre que te revuelve la vida.
Tuve esa sensación exponenciada a su centésima potencia y me quedé atónita.
Caminando entre un mar de gente con esos mismos pensamientos guardados.
Hechos bola y aventados en forma de fiesta y risas.
Y qué es la felicidad si no el rechazo a todo lo que nos revuelve el estómago,
La celebración de los polos que nos tocan el alma,
Con la música quedita que le da intro a una nueva escena, con un nuevo crush o un nuevo empleo.
Tuve la sensación de ir caminando por las orillas de mi cordura.
De asomarme con total cautela para avistar la maravillosa caída.
Detenerme,
Dar unos cuantos pasos de reversa y posicionar mis manos en forma de reverencia.
Tuve la sensación de estar viva.
De tocar mis manos con mis manos.
De escuchar mis pensamientos con mi pensamiento .
Y es que Sartre lo dijo,
La tragedia de estar vivo es saberse vivo.
Y ésta, la única forma de sentirse vivo.
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