Era quizá la manera en que la vida había aceptado que nunca iba a sacarle la vuelta. Sabía ya de sobra que yo siempre iba hacia ella de frente. Con una sonrisa; jodidamente optimista.
Y nuevamente me encuentra, feliz, devastada pero feliz.
Por ver en sus ojos la inmensidad del amor, y el increíble abismo del dolor.
He visto en sus ojos verdosos el follaje del mundo, su majestuosidad, su decadencia.
Sólo en su letra he visto el fuego que jura se esconde detrás de sus ojos.
Que incendia sus bosques,
Que deja incluso a mis besos hechos cenizas.
He probado la miel que derrama su boca; que también derraman sus palabras.
Han escurrido por todo mi cuerpo,
Y él preocupado ha comenzado a lamer los excesos. De mi cara, de mi cuello, de mi torso, de mi cuerpo.
Voy nuevamente de frente hacia la vida y su increíble ironía.
Queriendo huir tras encontrarlo, perfecto.
Que ha llegado con voces distintas, con un olor que siempre es el mismo,
Con la suavidad de su presencia,
Lo perfecto de su mano sobre mi vientre.
Su lengua en mis oídos, resonando entre la eternidad por mis tímpanos.
Voy hacia él, con brazos abiertos. Riendo, regalando mi sonrisa
Como papalote al viento.
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