sábado, 20 de agosto de 2022

Sueño.

 Insisto en hablar de ti.

Como un impulso, necio te asomas ante cualquier mención absurda.

Aterrizas noche a noche en mi cama.

Y te acaricio de la misma forma.

Noche a noche te haces sueño.

Me amaneces,

Y otra vez te espero.


El rocío de mi mar.

Puerto a este cuento.

Te hago mío con el afán de hacerte eterno.

De guardar tus manos.

Acariciarte el cuello.

Pero no eres mío.

No logro hacerte eterno.

Y solo me hago tuya en el intento.








Entre tú y yo, existen solo versos.

 - I 

Me desperté al sonido de la lluvia.

Y tu mirada me quemó como el primer día.

Te vi através del velo de esta realidad cansada. 

De calor y frío

De fuego y de mar

sal.


He hecho las pases con lo frío de tu ausencia.

Con el ensordecedor silencio de tus letras.

Y me quedan muy a medida las dudas eclipsadas que dejaste en mi buró. 


Hay desierto entre mis páginas.

Universos constelados por especies,

 y un semidios

dividido en dos.

Y me pregunto si soportaré llegar a una quinta Duna.

Si los ascensos colosales solo afianzan la idealización de tener propósito, aquí.

Caminar por esta vida con bastión de alegría.

Sentir aversión ante un episodio de melancolía.


- II 

Te hice verso desde el primer día. 

Bailando tu sonrisa entre tildes.

Cantando puntos suspensivos con alegría.


Hazme, tú, poeta.

Hazme tu poeta.

Hazme madre de melancolía.

Que tu voz me acompañe por desierto y me entregue a la orilla de la cordura que me falla. 


Quiero encontrarte, musa, entre las noches más largas.

Hacerte mío y luego soltarte de la mano.

Verte caer por la arena

y homenajear a nuestros muertos con la humedad del cuerpo.


Así te espero.

Musa, cuento, sueño.

Aquí te espero.

A la orilla de este viejo sueño,

enredada entre tu espacio

oscuro, negro.


Y vuelven las viejas dudas.

¿De qué color era tu pelo?

¿Cómo surcaban los pájaros el cielo?