lunes, 16 de marzo de 2015

Me aviento de frente al tiempo... pierdo... pero, para mi mala suerte, no muero.

Muero lento, más lento que nunca. Desde el día que vi que perdieron el brillo mis ojos desde el reflejo en los tuyos. No hay mucho que pueda decir, no sea que mis palabras escurran de entre mis labios como lluvia que va río abajo, sin propósito pero con cause. Hay palabras que no valen ser pronunciadas, otras en cambio arrebatan su honor a quien esté dispuesto a cuestionarles.
Tu amor me envuelve, me llena, me da luz y voz.
Y con tu presencia perdida de vista, con mi corazón entregado de regreso de donde lo dispuse a ser guardado, muero lento.

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