viernes, 31 de marzo de 2017

Verdad-es

He recorrido tu espalda con mis labios, muchas más veces de las que he recorrido tus pensamientos.
Aquellos que guardas con recelo.
Con los que logras crear caminos entre tu vida y la mía.
Con los que colocas océanos enteros entre tu alma y la mía,
Cuando los archivas cuan pedazos de letra insignificante.

Me he aburrido de escribirte esto.
Que llegará a tu boca sólo cuando el tormento haya pasado.
Cuando mi alma no esté en agonía,
Adivinando si por fin ha llegado el momento de salir de escena.
O si sólo me pides que me acomode a llorar a tu lado, mientras encuentras cómo sacarnos de este pozo en el cual poco a poco nos vamos ahogando.

Yo, dedicaría mi vida a cualquiera de ellas con el mismo fervor.
Pero la duda es lo que hace que me sume ante la sospecha de que quizá hay una única opción.

Yo, he buscado en tus ojos pedazos de historia que logren terminar de ahuyentarme.
Que ahuyenten de mi toda esperanza.
Que amarguen cualquier palabra dulce que he pronunciado en tu nombre.
No las he descubierto.
O quizá algún día se hagan presentes.
Cuando tus ojos ya no sean espejos.
Cuando tus voces ya no se acobarden.

Quizá logre creer que tú y yo no somos pedazo de la misma carne.
Y que efectivamente, la miel que emana tus palabras no proviene de tus entrañas.
Que ha sido hábilmente fabricada.
Que mis confesiones de caníbal sí han sido más de lo que esperabas.
Y que ahora, te aterra saberte durmiendo conmigo cada noche en la misma cama.
Pues es sabido que destazo las verdades hasta que quedan hechas una masa amorfa que se asemeja al rojo vivo de la carne.

Y a ti no te han dado ganas de perforar mi ombligo hasta llegar al hueso de mi espalda.
A lamer la sangre que emana.
A cobijarme bajo el pedazo de inmortalidad que da librarse de la pesada carne.
A escupir verdades.
Que nunca han sido lo que quisieron llegar a ser.
Imposibilitadas ante una realidad tan asiduo-sa.

Estoy nuevamente perpleja ante tu presencia
Que hoy prefiere guardar la apariencia de ser sólo un saco de entrañas e intestinos.
Que se desplaza sólo si lo levanta el viento.
O que camina como lo hacen las enormes esferas celestes.
Y me rehúso a ser creyente de que te creas tal disparate.

Como sabrás, no soy un hombre creyente.
Creo mis propias certezas, que desbarato al menor indicio de alguna incongruencia.
Tú creas caos en el orden de mi existencia
No soy un hombre creyente, pero creo firmemente que tú y yo somos hechos de la misma carne.
Que por más que te desangre, llegaré siempre al sabor de mi propia sangre.

Fierro.

Hierro.

¿Por qué la sangre no puede saber sólo a sangre?
¿Por qué le hemos tenido que encontrar semejanza a todo?
¿Por qué no puede haber palabras que describan fehacientemente a lo que sabe el amor?
Porque el amor tiene sabor.
Porque la voz se siente como a la primera vez que oímos una voz.
El amor sabe a tu voz.

Y tu voz...

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