viernes, 26 de agosto de 2016

Saltar.

Agrego otro sentimiento, culpa, mezclado con tristeza, al repertorio de este día.
He aceptado más de un par de sentimientos en lo que va de la semana.
Ya no me siento tan pesada.
He aceptado que no siempre, o no sólo se puede acudir al llanto.
Ponerle nombre a las cosas te da la ilusión del control de la situación.

Me encuentro atrapada por la lluvia,
bajo un techo amplio, sentada sobre un escalón.
He decidido parar aquí y sentarme
Esto fue antes que la lluvia cayera
Ahora cae y mi decisión tiene consecuencias,
La más evidente es aquella en la cuál no puedo ya decidir si quedarme o no.
Me pregunto si me arrepiento de mi decisión.

Es chistoso cuestionarme.
¿Acaso no sé ya la respuesta?
o ¿estoy en conversación con dos "yo"?

Sería aún más chistoso indagar si estas dos "yo" se hacen presentes simultáneamente entre las decisiones que corresponden a aquella Jessica que tomó la decisión.
Es curioso verás, sentirte ajeno a tu actuar.
Creer que es alguien más quien obra,
no conocerte, no saber que existe en ti una otredad.
O no admitirlo.
No saber cómo ponerlas a vivir juntas, en paz.
He aceptado sentimientos que no creí aceptar.
Visto con ojos que no reconozco, ojos que ven borroso.

Salto por la orilla de la cordillera.
Me lanzo hacia el vacío de la inmensidad de la posibilidad.
No voy cautelosa
Es imposible lanzarme con cautela.
No saltar implica no saltar.
No hay ninguna otra explicación a este acto.
No saltar es no saltar.
La explicación detrás de la decisión es banal.
La decisión es la que cuenta.
La explicación es bien conocida por mí.
Querer darle identidad a cada actuar es cobarde.
Es no aceptar que todas las mujeres que me conforman son yo.
Que cada mujer siente lo que cada mujer siente.
Que la única verdad es la que se vive hoy.

Saltar.
Por que saltar implica saltar.

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