domingo, 14 de mayo de 2017

Le taureau!

La virilidad del toro.
Es curioso saber que el toro representa todo lo que el hombre anhela.
O anhelaba quizá.
El toro, imponente.
Dócil ante la presencia de él, mi abuelo.
Que ya no puede ir a imponerse ante lo ancho de su terreno.
Limitado sólo por el pasar de los años, que nunca, han sido en vano.
Los días se los entregaba enteros a su campo, las mañanas iniciaban al brillar de la aurora.
La aurora que hoy llega cuando sea que llega.
Que se abre paso entre los campos que amanecen sin crujir bajo sus pasos.
El toro, único entre la manada, lo mira desde el olvido en el que lo ha sumado.
En el cual su estirpe crece sin la vigilancia del ojo sabio de mi abuelo.
Que cuidaba de su cría con la precisión de un calendario.
El toro, es un toro nuevo.
Ha sido intercambiado por el viejo campeón.
El toro viejo, que era cepillado por mi abuelo, alimentado de su mano.
Chato pelón.
Nariz de goma, mojada y tan rosada como el retoño del árbol del cerezo.
El toro viejo.
Que ahora va por la pradera con una manada que nunca ha estado bajo el mando protector de mi abuelo.
Que no conocen de sus llamados por el campo.
Que nunca han conocido la fuerza de sus brazos.
Ser alumbrado por sus ojos, es algo que nunca alcanzarías a olvidar, ni en otra vida.
El toro nuevo, ha llegado bajo el mando sordo de mi abuelo.
Que habla de su estirpe como quien habla de los personajes de una novela.
Su calendario hecho de recuerdos que va poco a poco pegando.
Recuerdos que llegan atrasados, corriendo por alcanzar a tiempo su lugar en aquel calendario.
El tiempo también corre empecinado.
Y mi abuelo, toro viejo que ha sido trasladado a otro campo.
Donde sus ojos son ventanas empañadas de tantos años.
Donde sus manos se alzan en señal a la respuesta que no alcanzan a decir sus labios.
Y donde su risa sigue haciendo eco en los oídos de quienes junto a él hemos reído.
Donde sus risas siguen siendo lo que a él me identifica.
Sus consejos sabios, rigen los cimientos de mi vida.
Toro viejo que vive fuerte.
Que cimienta a una estirpe entera.
Soy su carne; él, mi sangre.

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