domingo, 18 de septiembre de 2016

Libertad I:

El poder.
¿Qué tanto se ejerce sobre la idea de la libertad?
Cuan propensos somos a violar los principios básicos sobre los cuales se basa la idea libertaria.
El poder tan hablado, tan sobre pensado. El poder y su condición en nuestro actuar. El poder y su simulada libertad, sus promesas de libertad.
Quien ejerce el poder simula una superioridad que le obliga a tener la libertad de los demás en sus manos. Él es quien se convierte en el margen de libertad de los demás. Él se asegura de resguardar y de ampliar o disminuir la libertad de aquellos, dependiendo del juicio de éste.
Nuestra libertad está sujeta al juicio de  alguien más. En una época tan globalizada es ilógico pensar que es sujeta a un sólo hombre quien ejerce ese poder. Más bien se trata de estructuras de poder, que se transmiten y se legitiman entre ellas mismas. La reciprocidad que se tiene entre éste poder ejercido y quienes lo reciben es intrínseca al poder y a la libertad.
Solo somos tan libres como creemos serlo. Y creemos solo lo que hemos sido llevados a creer.
Prisioneros entre paredes de un sistema monstruoso, que sólo da placer a quienes estén dispuestos a claudicar. O a quienes nunca han cuestionado su libertad.



Libertad II:

Somos libres.
Lo ha dicho mi abuelo y le creo.
Somos libres y no ha quedado más que creer y crear los márgenes propios de esa libertad.
Él ha sido tan libre como ha querido, dueño de su tiempo.
Entregado con amor al campo.
La tierra como ideal de libertad.
¿Quien soy yo para cuestionarlo?
El ha sido libre toda su vida
Ha leído más que yo y no cayó en el juego de creer saber más.
De querer definir lo que es la libertad.
Y todo mi escrito queda anulado con la idea de mi abuelo como insignia.
Con su descendencia como prueba de su libertad.
Ninguno goza de la vida como ese señor.
Ninguno habla como de un amigo de su creador.
La idea de la muerte sujeta en gran medida la idea de la libertad,
Y él, ha dejado de morir a diario.
El muere un sóla vez y llegará sin sorpresas.
Llegará sin angustia.
Vive libre, cada día màs fresco que el último.
Vive libre.
Y son las arrugas en su rostro,
La blancura de sus dientes, de su cabello,
Lo único que me limita en pensar que es eterno.
Señor Modesto.
El hombre que me ha dado la fuerza para pensar en la muerte.
Que ha construido un imaginario delicioso tanto de la vida como de ella, la muerte.
El vive libre y vivirá libre hasta que su cuerpo no le siga la corriente.
Hasta que su cuerpo decida que ya no es libre para ir por el campo,
Para caminar conmigo de la mano, para bailar con los coyotes riendo a carcajadas.
Míralo riendo a carcajadas.
¡¡Cuán vivo, cuán libre!!
Iluso tú que cuestionas la libertad.
Que vives en plazos, que vives a ratos.
Mira su risa y desinhíbete.
Somos libres.
Lo ha dicho Modesto,
Y yo, niña mujer, más que creerle, lo vivo.

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